Las versiones de mí que no conozco
"Existo en tantas formas como miradas me recuerdan, y en cada una dejo una chispa distinta de lo que fui."
Hay algo profundamente inquietante —y a la vez fascinante— en saber que no existe un solo “yo”.
No del todo.
La persona que crees ser, la que ves cuando te miras al espejo, la que escuchas en tu mente cuando piensas en voz baja… es solo una versión.
Tu versión.
Pero no la única.
Existes también en los ojos de otros.
En sus recuerdos, en sus heridas, en sus afectos.
En sus malentendidos, en sus risas compartidas.
En sus enojos que quizás nunca supiste que provocaste.
En las sonrisas que dejaste sin darte cuenta.
Tú eres muchas personas al mismo tiempo.
Y ninguna completamente cierta.
Y todas, de algún modo, verdaderas.
Una multitud con tu nombre
Imagina esto:
hay una versión de ti en la mente de tu madre.
Otra completamente distinta en tu primer amor.
Una más en aquel compañero del que te despediste sin drama.
Una en alguien que te admiró en silencio.
Una en quien aún no logra perdonarte.
Algunas versiones de ti son luz.
Otras, sombra.
Algunas viven en la nostalgia.
Otras en el rencor.
Algunas apenas sobreviven, apenas si tienen forma.
Y lo más curioso:
tú no tienes acceso a ninguna de ellas.
Nunca sabrás con certeza quién fuiste en los ojos del otro.
Nunca podrás controlar cómo te recuerdan,
cómo te interpretaron,
qué historia se contaron de ti.
Y eso, aunque da vértigo, también es profundamente humano.
El eco de lo que dejamos atrás
A veces creemos que somos solo lo que hacemos conscientemente.
Pero olvidamos que somos también lo que provocamos sin saber.
Las veces que alguien se sintió visto por nuestra mirada.
O herido por nuestro silencio.
O acompañado por nuestra risa.
O salvado por una palabra simple que para nosotros no fue gran cosa.
Eres la cicatriz de alguien.
Eres la inspiración de alguien más.
Eres la persona que alguien evitó, o que alguien extraña sin entender por qué.
Eres lo que dijiste.
Pero también lo que no dijiste.
Lo que alguien entendió mal.
Lo que alguien quiso escuchar.
Y eso es tan poético como aterrador.
Porque escapa de tu control.
Porque te convierte en personaje, en metáfora, en recuerdo.
En alguien que sigue vivo dentro de otro, aunque tú no lo sepas.
Y tú… ¿cuántos de ti eres?
Quizás lo más desconcertante de todo es que ni tú mismo sabes quién eres del todo.
¿Eres el que se muestra valiente o el que se quiebra en soledad?
¿Eres el que ríe en público o el que se pregunta si encaja?
¿Eres la voz que consuela o la que enmudece por miedo?
¿Eres lo que fuiste hace diez años? ¿Lo que serás mañana?
Eres cambio.
Eres contradicción.
Eres recuerdo, proyección, espejismo.
Y si tú no logras definirte por completo…
¿cómo esperar que lo hagan los demás?
Aceptar la multiplicidad
Quizá el consuelo está ahí:
en aceptar que nunca seremos una sola cosa para nadie.
Ni siquiera para nosotros mismos.
Y eso, lejos de ser una pérdida, es una forma de expansión.
Porque mientras existas en la memoria de otros,
en sus ideas, en sus sentimientos,
sigues vivo en muchas formas.
No te reduce.
Te multiplica.
Para terminar:
A veces me pregunto cuántas veces fui el “alguien especial” de una historia que jamás escuché.
O el villano involuntario de una herida que no vi venir.
O el amigo silencioso de alguien que solo me observaba desde lejos.
O la versión valiente de mí mismo que alguien necesitaba ver.
Quizá nunca lo sepa.
Pero me gusta imaginar que, entre todas las versiones que existen de mí allá afuera,
hay al menos una que brilla.
Una que fue hogar.
Una que fue refugio.
Una que fue amor.
Y tal vez, al final, esa es la única versión que importa.
~ 𝐘.
Gracias por leer, amores míos. Espero les guste este escrito hecho con mucho amor.